Digamos que un joven (llamémoslo:
fulanito de tal), sabe escribir sin ortografía y lo máximo que lee es el chat
de Facebook. Listo, no lo juzgo, pero si fulanito de tal sabe pensar, razona y
quiere cambiar la realidad desastrosa en la que se encuentra, creo que: fulanito
de tal tiene esperanzas. Pero si; no sabe escribir bien, no le gusta leer y
para colmo de males no le gusta pensar, fulanito de tal está mal. Yo creo que
hay buenos fulanito de tal, de esos vamos a hablar. Confío en que habrá más
fulanito de tal.
La realidad en la que
nos encontramos está subreal, o sea: creemos estar bien, pero no es así, para
colmo de ‘males’: nos quejamos de la situación en la que nos enculebra el
gobierno, pero no hacemos nada para cambiarla. Es muy común escuchar (o decir):
no hay dinero para el mercado, sube la gasolina, que esto y lo otro, etcétera,
en cambio para la diversión si no hay dinero, se consigue. Eso que no falte la
cerveza del fin de semana. Aunque a duras penas tengamos para el pan de cada
día. ¡Ay, ombe, hp!
Hay jóvenes que les
gusta marchar, protestar, revolucionar la realidad anormal en la que nos
encontramos, a esos los llaman vagos, desocupados, perdedores de tiempo, bla,
bla, bla. Esos jóvenes son pocos, pero cada día acrecientan su voz, indignación
y popularidad. Esos jóvenes son los que necesita Colombia. No esos que dicen: “otra
vez marchas”; “ahora por qué protestan”; “manada de desocupados”. No. ¡Qué
intolerancia! Qué amancebados estamos con los que nos oprimen. Y si alguien
quiere cambiar la realidad no les paramos bolas, dizque porque son pocos y esos
no hacen nada. ¡Qué error! ¡Qué poco confíamos en los nuestros!
Siempre he dicho que
esos que protestan y que tienen razones lógicas, ideas y argumentos para un
mejor bienestar de sus ciudadanos tienen que ser los mejores estudiantes. No prejuzgo
a los que no son tan buenos académicamente, no, solo que, para ‘molestar’ a los
malos, los buenos tienen que ser sobresalientes, es decir; inteligentes. A un
mentecato no le paran bolas. Eso es seguro. Y no menosprecio a aquel joven o
jovencita que quiere mostrar su indignación y es pésimo para leer la realidad
de su pueblo o nación; no, pues si quiere ser de esta generación que reclama
justamente, tiene que saber por qué reclama. Sobra decir lo obvio.
Entonces, si fulanito
de tal sabe leer, o bueno: le gusta leer, sabe escribir bien y piensa y razona a
favor del otro, no solo de él mismo, será de esos que, aunque no sean famosos,
sí serán importantes. Ahora bien, fulanito de tal tiene que dar testimonio de
lo que reclama, si quiere justicia e igualdad, tiene que ser justo y
equitativo. No altanero e indiferente. Porque entonces: ¿cuál es el ‘chiste’?
Conozco varios fulanito
de tal. Excompañeros de escuela que estaban apaciguados, tímidos. Esos, no creo
que hayan sido transformados, ni menos cambiado. Estoy seguro que despertaron,
que tenían esa semilla de cambiar las cosas dentro de sí, pero que tenían miedo
de decirlo, ahora lo hacen. Esos los admiro muchísimo. Compañeros de batalla y
lucha. Fulanito de tal, nunca deje de ejercer su derecho a reclamar y más:
nunca deje solo al que lo necesita. La realidad es dura de cambiar, solo
necesitamos unos cuantos fulanitos de tal pensantes y actuantes.
Leonardo Boff, uno de
los pilares de la Teología de la liberación, aquel gran teólogo que fue
silenciado por el Vaticano, dice: “mientras haya un solo oprimido en la tierra,
vale la pena luchar”. Pero recuerden a Paulo Freire, también brasileño: “su
lucha (la de fulanito de tal), solo tiene sentido cuando el oprimido no se convierte
en opresor”.
Pujanza y coraje tienen.
Ideas y argumentos también. Es cierto, fulanito de tal, lo que dice el gringo: “es
más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados” (Mark
Twain). Un fulanito de tal no come entero, masca y digiere como la vaca. Por
eso, y cito de nuevo a Boff: “no hay que ir solo al pobre, sino al que sufre”.