Jorge Mario, como te gusta que te llamen, hoy decidí escribirte, no soy nadie; un simple laico, comprometido con el menos favorecido, el oprimido y los niños, 3 grupos de personas -por así decirlo-, bastantes recriminados y dejados en el limbo por la Iglesia, sin olvidar, claro está; a la mujer. (Para los que no saben
uso la palabra limbo como alegoría, pues, en sí, no existe).
Cuando te eligieron
Papa, millones nos sorprendimos, teólogos de la liberación, teólogos progresistas,
“vaticanólogos”, en fin, la mayoría del mundo católico se estremeció al
escuchar al protodiácono en latín: Georgium Marium… cardinalem Bergoglio.
Personalmente esperaba el nombre de Angelo Scola. Más aún cuando el mismo dijo:
Franciscum. ¡Dios mío, un Papa con nombre en honor al poverello de Asís (fue lo primero que imaginé)!
¡Hasta ahí todo cuadra!
Pero, ¿por qué escribirle al Papa sabiendo que ni me leerá? Sencillamente
porque los blogueros nos “conformamos” con que nos lea la gente del común, y,
por supuesto aquí dejo mis razones, plasmadas en este sencillo escrito.
Has hecho gestos de
admirar, no llevaste la muceta con adornos de oro que sí usaba Benedicto XVI.
Te inclinaste para recibir la bendición del pueblo antes de darla. Llevas un
pectoral de metal, anduviste en tu primer día como pontífice en un bus y no en
el lujoso Mercedes-Benz. Cargas un anillo de plata bañado en oro (el de
pescador) y no de oro puro. Tus zapatos son los mismos, esos viejos con los que
recorrías las calles de Buenos Aires y no los finos Prada que usaba tu
predecesor. Renuncias al sillón de oro por uno sencillo. Te bajas del
papamóvil para besar a niños y enfermos. Das la bendición sin hacer signo de la
cruz con tu mano por respeto a ateos y no católicos.
En fin, humildad tienes,
pero, Francisco; no es todo. Tú puedes, con el poder de jefe de estado (cosa
con la que no estoy de acuerdo) y “pastor supremo”, renunciar (vender o donar)
el anillo, ornamentos (vestimentas) papales, el cayado, mitra, solideo, etcétera, sobre
todo -renunciar-, a los miles de millones de dólares que posee el Vaticano. Eres noble, no
lo dudo, pero en tus manos está la nación más pequeña y poderosa de la tierra.
De nada sirve que
hables bonito si no empiezas a construir una Iglesia pobre, como bien lo has
dicho. Sé que hay jerarcas en la Iglesia enamorados del poder y el dinero y
ellos serán el primer obstáculo e impedimento para tus planes, pero así vivió
Francisco de Asís. El primero en oponerse a que renunciara a sus riquezas fue
su padre, Pedro Bernardone. ¡Pero lo hizo, arriesgándose a servir nada más que a Dios!
Debes decir públicamente
que no te llamen Santidad, Santo Padre o ni siquiera padre, reservémosle esos
honores a Dios, el verdaderamente importante. Camilo Torres Restrepo decía:
“aunque sea un sacerdote y tenga un doctorado, no me llamen padre ni doctor,
llámenme, mejor; señor”. Que te llamemos simplemente Francisco, como si fueras
del barrio, diría Jaime Garzón, no para abusar de tu confianza o amistad, sino
para verte como un hermano en quien confiar. Como si ya te conociéramos.
Debes empezar
renunciando al magnánimo museo del Vaticano, el más fastuoso del mundo, con el
que, probablemente se alimentarían a miles de familias. Pídele a tus hermanos
obispos y hasta sacerdotes, que renuncien a sus camionetas de miles de dólares.
Y que anden como lo hacía Jesús; llenos de amor por el pobre y siempre
dispuestos a servir. Que vayan por los fieles, no que los fieles vayan por el
pastor. ¿Será difícil? Sí, renunciar a la riqueza es difícil para aquél (guía
espiritual) que se enamoró de ella y no de Dios.
Francisco, tú tienes el
poder de volver a la Iglesia de Cristo; la Iglesia pobre y llena de amor que era
en los principios del cristianismo. Pero también tienes el poder de seguir con
una Iglesia atrasada, como dijo el cardenal Martini, reprimida, seguida por
fieles del montón y olvidada totalmente de lo que predica; el Evangelio.
Apártate de la política
y los palacios vaticanos, compra una casa sencilla a las afueras de Roma como
decía don Helder Cámara y dona todo a la UNESCO. O empieza por algo, renunciar
a algo del todo es duro, pero no imposible.
Si Jesús de Nazaret
llegara en estos momentos se pondría enfadado (es más, debe estar iracundo con
muchísimos cristianos), así como cuando llegó al templo y encontró una plaza de
mercado en la Casa del Padre. Seguramente lloraría al ver que ninguna religión
o pastor predican lo que él enseñó. ¡Ninguna!
Vas bien, Francisco,
pero si no renuncias a las riquezas del Vaticano no harás nada, aunque
admiremos tus signos de humildad, debes arrancar el problema de raíz. Entrega a
los más de mil presbíteros pederastas, efebófilos y pedófilos a la justicia
ordinaria y quítales su licencia para ejercer su ministerio. En temas
doctrinales no espero ningún cambio, pero quiero, ante todo, que se haga
justicia.
San Francisco de Asís, El verdadero hermano de Cristo como ha sido llamado, se despojó primero de sus
telas finas y a su millonaria herencia paterna, y ahí empezó su difícil, pero
fructuosa tarea; predicar el Evangelio con su vida (testimonio) y amar al
prójimo y la naturaleza (astros, animales, ecología) como a sí mismo. Lo
llamaron loco, sí, qué importa, a Jesús le dijeron borracho.
Tú puedes si así lo
quieres (de hecho, haces honor), ser el segundo Francisco de Asís y el segundo
hermano de Jesús, solo depende de ti. “Ojalá tengas lucidez para hacer real la Iglesia
de los Pobres, y que esta deje de ser iglesia de abundancia, de burgueses y
ricos”. Jon Sobrino
“Francisco, restaura mi
Iglesia”. Le dijo el Cristo de san Damián a Francisco de Asís.
Píldora: no espero cambios en el sacerdocio, o sea; seguirá el celibato para presbíteros, nada de sacerdocio para mujeres. No oportunidades para parejas divorciadas, cero sexo (abstinencia total), cero abortos, nada de condones, en fin, temas doctrinales complejos. Pero algo que sí espero para el cambio, es que el papa viva como Francisco de Asís y que "antoje" a vivir así.