16 ago 2014

Ser maestro

Para comenzar, quiero citar a un célebre brasilero, filósofo, teólogo y escritor: “No andes por caminos ya andados, de lo contrario nunca dejarás huellas” (Leonardo Boff).

Ser maestro es —o debería ser— la profesión única, inigualable, incomparable, pero —infortunadamente— ya la estamos conociendo como una más. Imprescindible, sí, pero al alcance de cualquiera. Y no es que menosprecie a nadie, claro que no, lo que pasa es que ahora ser maestro se ha convertido —por lo menos en Colombia— en el trabajo de los fracasados. Puede que generalice, pero es una realidad. Muchos neoeducadores no están por vocación, sino por remuneración. Y eso que la paga es mínima.

Estamos en crisis, pues ser maestro es llevar dentro de sí esas ganas de aprender y de enseñar. De investigar y de indagar. De guiar y de acompañar. De educar y ser educado. De conocer los métodos de aprendizaje y ser eje de los nuevos estilos de construir conocimiento. Frei Betto, también carioca y profesor de teología dice: “El gran enemigo de los países latinoamericanos es la educación bancaria”. Y precisamente eso es lo que no debe ser un maestro (alguien que se las sabe todas); porque “Enseñar no es transferir conocimiento, si no crear las posibilidades de su producción o de su construcción” (Pedagogía de la autonomía, Paulo Freire). Eso, para mí, es el ser maestro.

Asimismo, ser maestro es motivar a los demás a ser libres, autónomos, críticos, pensadores, constructivos, pacificadores, progresistas. No oprimiendo, esclavizando, ni subyugando al educando con mecanismos de educación retrógrada que, en vez de hacerlo productivo, lo vuelve súbdito de una pedagogía intolerante a la sociedad que nos estamos enfrentando. Ser maestro, además —como dice el adagio— no es dar pescado, sino enseñar a pescar. Por eso, el maestro se convierte en un acompañante del proceso de aprendizaje.

Ser maestro implica —a su vez— ser dialécticos: educando-educador se forman entre sí. Es concientizar al estudiante en la forma en que vivimos y ayudarnos mutuamente a transformar la realidad discriminadora en la que nos encontramos. Nos involucra, de este modo, en un proceso liberador.

Concluyendo, ser maestro no es establecer normas, reglas y métodos anacrónicos, sino llevar y aportar lo mejor de sí al educando. El profesor ha de ser una persona con vocación y pasión, no aquel que hace una carrera porque no le quedó de otra. El maestro debe pensar, ante todo, no en su bienestar, sino en el de los demás.

7 ago 2014

¡Santos, el mayor!

A propósito de la posesión de cuatro años más como Presidente de la República de Colombia de Juan Manuel Santos, no soy pesimista con lo que van a leer, solo cuento la realidad a través de estas líneas. ¿Qué nos esperará si somos pasivos ante las privatizaciones y concesiones que el gobierno usufructúa en favor del neoliberalismo y el capitalismo devastador con el ser humano y la Pachamama? Pues, estaremos entregando -nuevamente- nuestro país a las multinacionales. Seguirán con más zanganería las privatizaciones en educación y salud. El habitante de a pie cada vez tendrá de lejos la posibilidad de adquirir una vivienda digna para poder vivir.

Con lo anterior, entonces, el desempleo subirá, el rubro para la guerra aumentará (así el Presidente diga que el % en PIB será mayor en educación). Habrá más TLC’s que exterminan al agro, a las pequeñas y medianas empresas y vuelve, de lógico, a los pobres cada vez más pobres y a los ricos, ya no cada vez más ricos, porque es obvio, sino cada vez más malos, más inhumanos. A las personas, pareciera, que se les educara para ser egoístas y para buscar el bien individual.

No, no soy pesimista. Solo que un burgués como Santos no quiere progreso para el país. Eso nunca. En cambio sí lucro para él y su círculo de alcahuetes y subyugadores amigos. No más en educación estamos supremamente mal (para poner un ejemplo). Xabier Gorostiaga, un jesuita español decía algo que en Colombia, con estos gobiernos proyanquis, al menos nunca ocurrirá: “Debemos liberar de la pobreza a la educación, para que la educación libere de la pobreza a nuestros pueblos”. Aquí parece que esto es una utopía. Claro, a los opulentos qué les va a parecer bueno que una persona de escasos recursos estudie y piense. Pues así se liberan los pueblos. Bien lo pregonaba Ernesto Guevara: “Un pueblo sin educación, es un pueblo fácil de engañar”. Si ven, por eso es que aquí nos 'enreda' cualquiera.

El meollo principal está, lo expreso en palabras de Jaime Garzón: “El país está así porque en Colombia no hay colombianos”. No queremos lo propio, solo nos sentimos cafeteros cuando estamos lejos del país. Pero mientras estamos acá “recordamos banalidades y olvidamos lo trascendental”. Claro, a un trabajador de una petrolera qué carajos le importa el ambiente o que las tierras se sequen, lo importante es que él se embolsille un par de milloncitos.

En fin, no más parafernalia, no espero nada positivo de este gobierno, si firma la paz, que lo mueva, o qué, ¿cuántos personas más tienen que morir para que cese el fuego? ¿O cuántos senadores más se van a pasar Candy Crush mientras se debate en el Congreso?

Solo queda esperar que los pocos honorables políticos que tenemos en el Senado (entre ellos los cinco del Polo), nos defiendan a capa y espada como bien lo han hecho, de la opresión en la que nos quieren seguir hundiendo estos avasalladores como el Presidente. Reitero: no soy pesimista. Termino, pues, para que puedan escuchar a Santos por segunda vez y que, como bien lo dijo Jaimito Garzón: “El presidente nunca se dirige al país, se digiere al país”. Y si antes fue Santos, el menor, preparémonos porque llegó Santos, el mayor.