A propósito de la
posesión de cuatro años más como Presidente de la República de Colombia de Juan
Manuel Santos, no soy pesimista con lo que van a leer, solo cuento la realidad
a través de estas líneas. ¿Qué nos esperará si somos pasivos ante las
privatizaciones y concesiones que el gobierno usufructúa en favor del
neoliberalismo y el capitalismo devastador con el ser humano y la Pachamama?
Pues, estaremos entregando -nuevamente- nuestro país a las multinacionales.
Seguirán con más zanganería las privatizaciones en educación y salud. El
habitante de a pie cada vez tendrá de lejos la posibilidad de adquirir una
vivienda digna para poder vivir.
Con lo anterior,
entonces, el desempleo subirá, el rubro para la guerra aumentará (así el
Presidente diga que el % en PIB será mayor en educación). Habrá más TLC’s que
exterminan al agro, a las pequeñas y medianas empresas y vuelve, de lógico, a
los pobres cada vez más pobres y a los ricos, ya no cada vez más ricos, porque
es obvio, sino cada vez más malos, más inhumanos. A las personas, pareciera,
que se les educara para ser egoístas y para buscar el bien individual.
No, no soy pesimista.
Solo que un burgués como Santos no quiere progreso para el país. Eso nunca. En
cambio sí lucro para él y su círculo de alcahuetes y subyugadores amigos. No
más en educación estamos supremamente mal (para poner un ejemplo). Xabier
Gorostiaga, un jesuita español decía algo que en Colombia, con estos gobiernos
proyanquis, al menos nunca ocurrirá: “Debemos liberar de la pobreza a la
educación, para que la educación libere de la pobreza a nuestros pueblos”. Aquí
parece que esto es una utopía. Claro, a los opulentos qué les va a parecer
bueno que una persona de escasos recursos estudie y piense. Pues así se liberan
los pueblos. Bien lo pregonaba Ernesto Guevara: “Un pueblo sin educación, es un
pueblo fácil de engañar”. Si ven, por eso es que aquí nos 'enreda' cualquiera.
El meollo principal
está, lo expreso en palabras de Jaime Garzón: “El país está así porque en Colombia
no hay colombianos”. No queremos lo propio, solo nos sentimos cafeteros cuando
estamos lejos del país. Pero mientras estamos acá “recordamos banalidades y
olvidamos lo trascendental”. Claro, a un trabajador de una petrolera qué
carajos le importa el ambiente o que las tierras se sequen, lo importante es
que él se embolsille un par de milloncitos.
En fin, no más
parafernalia, no espero nada positivo de este gobierno, si firma la paz, que lo
mueva, o qué, ¿cuántos personas más tienen que morir para que cese el fuego? ¿O
cuántos senadores más se van a pasar Candy Crush mientras se debate en el
Congreso?
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