Indudablemente, para
entender estas líneas, debemos apartarnos de todo fundamentalismo religioso,
por eso aquí, sin ser un perito en teología, hago unas breves aclaraciones de
lo que es Iglesia, Vaticano y fe.
Los creyentes católicos
debemos tener algo muy claro:
La Iglesia (Gr. ekklesia,
«iglesia» Asamblea/hermandad de los que creen en Cristo) es aquella institución
establecida por Jesús de Nazaret hace más de 2 mil años. El Vaticano es un estado y el lugar donde
se esconden figuras clericales que, en su mayoría, nada tienen que ver con el
pobre Hijo de la Virgen María. Y la fe,
es tener la esperanza liberadora y salvífica de que algún día mejorarán las
cosas, que no todo está perdido y por supuesto: es la prueba fervorosa que
tenemos los que creemos en Dios (Cf. Hb.
11, 1).
No es pecado, ni delito
en Colombia hacer críticas, sobre todo cuando mi propósito no es hacer juicios,
sino darle a entender a la gente lo que erróneamente sabe o mal le han
enseñado.
Por eso, puedo decir
que:
-Se puede ser de la
Iglesia sin pertenecer ni rendir pleitesía al Vaticano (así nos quieran execrar
y se crean los dueños de la verdad. “Me molesta que la Iglesia jerárquica
todavía se crea dueña de la verdad”: Felipe Berríos, S.J.).
-También, podemos hacer
críticas al Vaticano sin el mínimo temor (ese que nos han metido los curas) de
que vamos a ser castigados por Dios o porque no tenemos fe. Habrá que
recordarles a estos ‘principescos’ que: “Jesús era un profeta provocador que se
mostraba crítico con el templo” (Hans Küng, La Iglesia católica, 2002).
-Por supuesto, la fe no
compromete a ningún estado (Vaticano), pero sí a la Iglesia de la liberación,
la misma que Cristo amó y fundamentó, especialmente en los marginados y más
necesitados (niños, pobres, enfermos); esa misma que hace mucho tiempo
olvidaron los mafiosos del Vaticano.
Es menester aclarar que
Jesús es de todos (no solo para una religión que se apoderó de él), el Vaticano
es de pocos y la fe no se pierde, se acrecienta y madura.
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