11 jul 2014

Los homosexuales en las iglesias

Para nadie es un secreto que las personas gays y/o homosexuales son, en su mayoría, diría un 99%, vituperadas, vulneradas, rechazadas y abandonadas por las iglesias, las mismas que pregonan el amor al prójimo. Esa gran enseñanza que dejó Jesús de Nazaret (Cf. Lc. 10, 27). Aun cuando en algunas (poquísimas iglesias), son acogidas, estas lo hacen con gran recelo, desprecio y arrogancia.

El Señor mismo, en su tiempo, liberó de una enfermedad (quizás venérea) a un amante de un centurión romano (Mt 8, 5-12). El capitán se sentía tan deshonrado que le dijo al Maestro: «No soy digno de que entres en mi casa» (Cf. Lc. 7, 6). Pero era verdadera su fe, pues replicó: «Señor, da la orden y mi criado quedará sano» (Lc. 7, 7). Y, efectivamente, el hombre (amante: homosexual) quedó sano.

Tal vez a los fanáticos religiosos no les guste esto, pero es la realidad. ¿Acaso un militar de alto rango va a querer (amar) tanto a un simple soldado como para mandar sanarlo? Es preciso aclarar que: «los soldados no solían vivir con la familia ni cuidar sus hijos hasta después de licenciarse» (Xabier Pikaza, Ph. D. en teología).

Si buscamos en la Biblia, que es la principal fuente que utilizamos los cristianos y las iglesias para hablar de cualquier tema en la sociedad, nos sorprenderemos (como en el caso anterior), pues los pastores (de cualquier denominación), están llevando el mensaje antievangélico de condenación y no de liberación; de esperanza. Los están condenando (con citas como: Rm. 1, 27; 1 Cor. 6, 9). Lo dice la Sagrada Escritura, pero: ¿acaso Jesús no vino a traer la Buena Nueva a todas las gentes?

Ahora bien, el jesuita John McNeill (teólogo y psicoterapeuta, retirado de la Compañía por ser homosexual), ha expresado hace poco: «Lo que deberían hacer (los gays) es presionar a la Iglesia (yo agrego: las iglesias) para que renuncie a su homofobia, no renunciar ellos a su iglesia. ¿Por qué dejarle la Iglesia a tus enemigos homofóbicos?» Y agrega que: «Con su discurso antigay tan fuerte, muchos que eran gays, perdieron la esperanza de encontrar amor y compañía, y se sintieron tan avergonzados y culpables que terminaron suicidándose. La Iglesia (católica, principalmente) debe asumir responsabilidad por toda la destrucción que ha provocado y pedir disculpas». (Aquí la entrevista completa: http://goo.gl/B5Semf).

Benedicto XVI durante su pontificado había expresado: «Salvar a la humanidad de las conductas homosexuales o transexuales es igual de importante que evitar la destrucción de las selvas» (Vea las declaraciones del dimitente Papa: http://goo.gl/0laOMz)

Recordemos que el Papa Francisco ha dicho, en su viaje de regreso de Río de Janeiro al Vaticano (Julio de 2013): «¿Quién soy yo para juzgarlos (a los homosexuales)?». También, uno de los grandes cardenales, Carlo Maria Martini, S.J., manifestó en su testamento espiritual: «Si dos gays desean firmar un pacto (matrimonio) para dar una estabilidad a su pareja, ¿por qué queremos que no sea así?» (El País 7-sep-2012).

Asimismo, el también jesuita, Felipe Berríos (fundador de la organización Un techo para mi país), ha dicho recientemente: «¿Cuál es el problema del matrimonio homosexual? Los homosexuales son hijos de Dios. Él los creó homosexuales y lesbianas, y Dios está orgulloso de que lo sean. ¿Cuál es el problema de que se casen? ¡Basta ya!» (Pueden ver acá la entrevista del programa El informante: http://goo.gl/ROcLeS). Ya, como era de esperarse, el cura Berríos está siendo vilipendiado (Puede interesarle estas declaraciones malsanas de un obispo hacia él: http://goo.gl/CeRKvK).

Debo aclarar que no escribo catilinarias contra las iglesias, sino que quiero, a través de estas líneas, salir en ‘defensa’ de los homosexuales y demás comunidad LGBTI que merecen ser feliz y vivir normalmente, como seres humanos que son, sin reproche alguno por su condición sexual.

Por eso, esas iglesias que rechazan a los gays y/o homosexuales (sea cual fuere), no debe considerarse «Asamblea de los que creen en Dios»; pues ni Jesús de Nazaret, máxima representación humana y divina, los despreció. ¿Por qué, entonces, nosotros (creyentes) los tenemos que despreciar?

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