10 sept 2015

La simonía en la política

La simonía es, textualmente, la compra y venta de las cosas sagradas (Cf. Hch. 8, 18-19), y en el campo político, asimismo, equivale al sentido propio de nuestros elegidos de vender su apoyo a las minorías (a la oligarquía, principalmente, es decir: al gobierno donde se han mantenido pocos) las cuales tienen al país y, por ende a nuestras ciudades, en un debacle económico y social.

Por lo anterior, es claro que el desarrollo en nuestras regiones es pasivo y paupérrimo. En ese sentido, debemos ahondar en nuestra capacidad crítica y reflexiva que tenemos para que, desde nuestro voto a conciencia, podamos cambiar la irrealidad injusta en la que nos encontramos. Es necesario que dejemos de elegir a personas porque nos regalan una teja de zinc, un bulto de cemento o porque nos ofrecen plata a favor de nuestro voto. Que la pobreza existe, es muy notable, pero esta se combate sí y solo sí cuando dejemos de ofrecer nuestro relevante sufragio a cambio del “¿y a mí qué me dan?, ¿cómo vamos ahí?, yo le voto si me ayuda con un puesto para mi familiar”. Tenemos que dejar esas costumbres tradicionales que nada aportan al cambio verdadero que debemos ayudar a generar, por supuesto, el día en que en las urnas elegimos a quienes hablan por nosotros en cualquier rama del poder político en Colombia.

En ese contexto, es cierto que los pobres están cansados de ser pobres, pero ojo: los ricos jamás se cansarán de ser ricos. Y, en consecuencia: de explotar a los pobres. Está en manos de nosotros, los pobres, el transformar la política, el dejar unos gobernantes y políticos que se preocupen, en verdad, por quienes más los necesitan. Estamos contribuyendo a que los ‘Simones’ (políticos) sigan robándose el dinero de inversión social, el rédito que todos tenemos por ser ciudadanos y democráticos. ¡Ya no más!

Jon Sobrino, un sacerdote español afirma que: “Los pobres que tienen esperanzas inquietan a los poderosos”, así que, nuestra esperanza debe revivir, pues: “ella nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas” dice el Papa Francisco (Laudato Sí, 61).

Así que, para eliminar el hambre y la injusticia, que son los grandes males de nuestra sociedad actual, que, por lo visto, tienen flagelado a Florencia y el Caquetá, ya que estos, en palabras de Ghandi, «Son un insulto; envilecen, deshumanizan y destruyen el cuerpo y el espíritu… son la forma de violencia más asesina que existe», para que esto ocurra debemos cambiar, de raíz, nuestra política tradicional.

Termino, pues, parafraseando al gran Jaime Garzón: “Los políticos tradicionales no se dirigen al país, se digieren al país”. ¡Ya nos cansamos de lo mismo! Por eso, estoy seguro que: ¡#FlorenciaSíTeneArreglo! ¡#CaquetáSíTieneArreglo!

Concejo de Florencia Polo y 14 (Camilo Muñoz)


Asamblea de Caquetá Polo y 60 (Arturo Mayorga)

7 jun 2015

Los pobres: una felicidad olvidada

Desde que tengo uso de razón he sostenido que ayudar a los pobres no vale la pena, sino que, al contrario: siempre será alegría. Pero ojo, no es solo ayudar para que coman por cumplir con un deber altruista, lo que en realidad nos concierne como personas liberadoras es tratar de que salgan de su pobreza, de que su vida se dignifique y se transforme realmente. No podemos soslayar una virtud (compartir), por una opción de vida (luchar). No es saciar las ansias famélicas, mas sí, con ellos, los pobres, crear una conciencia revolucionaria; combatir desde la raíz el hambre: la injusticia. Solo así aportaremos algo valioso para autocrear una metamorfosis genuina donde los oprimidos sepan que son ellos mismos, con ayuda de líderes comprometidos, quienes puedan librarse del yugo del capitalismo, principal hacedor de la no justicia en el mundo. Tenemos que ver más allá: los pobres sueñan, tienen coraje, anhelan salir del infortunio de las circunstancias en que viven. Los pobres son más que pobres: son felicidad olvidada.

En este caso, por ejemplo, las instituciones políticas y sociales dicen luchar por los pobres, aunque la realidad es totalmente distinta. Al respecto, Jon Sobrino (un teólogo español), afirma: “Ir a los pobres con la fenomenología del pan, como símbolo de la vida de los pobres. El pan es lo que los pobres necesitan y la opción debe comenzar por proporcionarles ese pan. Pero, una vez y en la medida en que haya pan, surge la exigencia a que sea compartido —lo ético y lo comunitario— (…) Y, entonces, conseguir pan para todo un pueblo significa práctica, reflexión, ideologías funcionales, riesgos, amenazas. Y puede surgir la exigencia de arriesgar hasta la propia vida para que el pan no se convierta en símbolo de egoísmo sino de amor”.

Lo anterior lo digo porque, según la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación), actualmente hay en el mundo 800 millones de personas que pasan hambre, es decir: uno de cada nueve habitantes no tienen qué comer en el día. Por si fuera poco, algo todavía más preocupante, de acuerdo a la investigación, es que “la pobreza es prevalentemente rural. 78 por ciento de los pobres extremos del mundo viven en zonas rurales”.

En relación, yo no sé por qué se habla de un mundo progresista o civilizado si “se calcula que 1.200 millones de personas en los países en desarrollo todavía viven en condiciones de pobreza extrema”.  ¿Es justo, acaso, que nos jactemos de ayudar a los demás por dar un pan o un plato de comida, pero en la praxis somos totalmente opresores? Porque es claro: quien no es avasallador directamente, indirectamente sí lo es. Claro: yo no puedo ver que a unas personas o a un pueblo lo encaminen por la tiranía y me quede callado, justificando que ‘si no se meten conmigo, no importa lo que hagan con los demás’.

Y para colmo de males, la FAO también dice que “el deterioro de los ecosistemas, la gestión insostenible de los recursos naturales y el cambio climático afectan de manera desproporcionada a los pobres”. Producto de todo esto, son los sistemas actuales de Gobierno, permisivos con las megas industrias que en forma binomial destruyen cada día al planeta tierra y al pobre. De tal manera que: cuando la naturaleza grita, los pobres lloran.

30 may 2015

La igle$ia de Jesús

«Para obtener el poder que ostenta, la Iglesia (principalmente jerárquica) tuvo que constituir sus cuadros, instaurar un cuerpo de peritos, formados en la cultura filosófica dominante, jurídica y organizativa de la época: el clero. Sus miembros se imponen como intelectuales orgánicos de los intereses eclesiales, articulados con los intereses del orden imperial. El cristianismo se transformó de perseguido en perseguidor». (Son palabras del teólogo Leonardo Boff, en su proyecto: ¿Qué iglesia queremos?, 2000. Un documento valioso que debería tenerse en cuenta a la hora de hablar del gran inspirador de nosotros los creyentes: Jesús de Nazaret). Lo anterior, sí y solo sí, lo lograron los clérigos haciendo alianzas con las jurisdicciones dominantes: el Estado (rey o emperador), la sociedad (los nobles y adinerados) e intelectuales (escuelas).

Otrora, el mismísimo san Juan Crisóstomo proclamó en un sermón: «Por culpa vuestra y por vuestra inhumanidad han venido a parar a la Iglesia campos, casas, alquileres de viviendas, carros, mulos y muleros y todo un tren de semejantes cosas. Todo este tesoro de la Iglesia debiera de estar en vuestro poder [del pueblo], y vuestra buena voluntad debiera ser su mejor renta… De ahí que nosotros no podamos abrir la boca, ya que la Iglesia de Dios no se diferencia en nada de los hombres del mundo… Nuestros obispos andan más metidos en preocupaciones que los tutores, los administradores y los tenderos. Su única preocupación debieran ser vuestras almas y vuestros intereses, y ahora se rompen la cabeza por los mismos asuntos que los recaudadores, los agentes del fisco, los contadores y los despenseros».

La iglesia jerárquica habla de los pobres y de ayudarlos, sin embargo, dice monseñor Pedro Casaldáliga: «no compartimos en nuestras vidas y en nuestras instituciones la pobreza real que ellos experimentan». Él enseñó, en su ortopraxis y prédica: «no tener nada, no llevar nada, no pedir nada, no matar nada, y esperarlo todo de Dios».

Por eso es que, sinceramente: no le creo a religiosas, religiosos, diáconos, pastores, abades, misioneros, misioneras, sacerdotes, obispos o pontífices que usen artilugios de oro. No reconozco como cristiano a aquel que juró pobreza ante Dios y tiene propiedades a su nombre, le gusta la pompa y derrocha dinero en manjares cuando hablan de 'ayudar al más necesitado'. No puede ser creíble alguien que alce su voz para criticar las injusticias sociales, pero le(s) gusta los primeros puestos en banquetes, fiestas oficialistas y gubernamentales. No es digno de ser 'padre' o 'madre' [de una comunidad] los hombres y mujeres que anteponen sus necesidades básicas a las de los demás (totalmente contrario al mensaje evangélico judeocristiano y neotestamentario). No creo que sigan al Jesús de Nazaret histórico y bíblico del cual tanto hablan. No me adhiero, como católico, a los boatos, ni últimamente les enciendo velas a los beatos.

De esta manera, dice Jon Sobrino (teólogo español): «El valor permanente de la opción de Jesús por los pobres es, pues, claro: hay que ver la historia desde ellos y, escandalosamente, como esperanza para ellos; hay que poner signos de todo tipo en su favor, benéficos y liberadores; hay que denunciar y atacar el antirreino desde su raíz. Y hay que optar por los pobres, introducirse en el conflicto de la historia por salir en su defensa, aunque en ello surja la persecución y la muerte». Es notable que esto no se ve, cada día los jerarcas de nuestra iglesia se interesan más en la pompa, en las excentricidades y agasajos en su nombre que realmente en la Iglesia pobre que cimentó Cristo.

Y, por si alguien quiere lanzar improperios en mi nombre, háganlo también contra el Mesías (Cf. Mt. 10, 9-10) y el mismo Papa Francisco (cuando dijo en Brasil a los jóvenes: «No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo»).


21 may 2015

¡San Romero de América, ruega por nosotros!

Óscar Arnulfo Romero pasó a la historia, no solo de la cristiandad, sino de la humanidad, el 24 de marzo de 1980, día en que un francotirador lo asesinó con un disparo al corazón mientras presidía una eucaristía. Se me viene a la cabeza un eufemismo ‘Romero-jesuítico’: mientras elevaba en el altar al sacrificio de los sacrificios: Jesús, él era inmolado, un mártir de nuestros tiempos.

Monseñor Romero o San Romero de América (como lo bautizó fraternalmente Pedro Casaldáliga) ha sido para los católicos que pensamos diferente e incluso para aquellos que no creen en religiones, un verdadero pastor, un hombre dedicado a quienes en realidad lo necesitaban. Un líder que ante su condición social de obispo, antepuso las necesidades suyas a las de sus hermanos y hermanas. Él sabía muy bien que sus andanzas populares le podían causar la muerte, como infortunadamente ocurrió. Con espíritu de pastor y con el miedo que le abarcada ser un chivo expiatorio moderno, dijo en una entrevista: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. ¡Y vaya fervor que ha generado este admirable obispo!

En realidad monseñor Romero es un santo, pero no de esos que mantiene canonizando el Vaticano, no; es un santo varón que merece parte en el Reino de los Cielos. En sus días, monseñor Romero con voz de profeta reiteraba: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres... así la Iglesia encuentra su salvación” (11 noviembre de 1977), algo que fue un malestar para la jerarquía suntuosa y cómplice de los dictadores que casi siempre están en el Gobierno. La misma que pone sus ojos en el poder y en el dinero.

Una de las enseñanzas bonitas de monseñor Romero es la que predicó el 10 de septiembre de 1978, donde exclamó con vehemencia: «Muchos quisieran que el pobre siempre dijera, es “voluntad de Dios” que así viva. No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices».

Por defender a los pobres y por exigir que no se vulneraran los derechos de los menos favorecidos, el capitalismo de El Salvador, en complicidad con el Gobierno gringo, asesinaron a monseñor Romero.

Muchas cosas hay para enseñar de monseñor Romero, pero sería incoherente, como él decía, hablar y predicar y no practicar y testimoniar, así que, les comparto las palabras que más me gustan de monseñor Romero: «Una religión de misa dominical pero de semanas injustas no gusta al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresías en el corazón no es cristiana. Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor». (04 diciembre de 1977).

Y recuerden: «No hay pecado más diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre». (24 febrero de 1980). Pues: «Solo los pobres, los hambrientos, los que tienen necesidad de que alguien venga por ellos, tendrán a ese alguien. Ese alguien es Dios (24 diciembre de 1978)».

Monseñor Romero, bienvenido al santoral litúrgico, porque en la santidad estás desde 1980, cuando te elevaron al Cielo.

Aclaro que, aunque monseñor Romero va a ser beatificado, para muchos él ya es santo sin necesidad de canonización.

16 may 2015

¡Qué vaina con la paz!

Yo sigo insistiendo: si no empezamos nosotros, con lo mínimo, no obtendremos nunca lo máximo: la paz. Me he referido en varias oportunidades a este clamor, pero día a día veo las malas energías, las palabras soeces y las banalidades con que algunos colombianos se refieren al proceso de paz que se está dialogando con las Farc. No sé qué parte de la palabra diálogo no entienden quienes a ultranza critican el mismo.

Al respecto, un sacerdote católico, Mario Castellar, teólogo de la liberación, expresa: “Es urgente buscar que la gente viva una conversión a la «cultura del corazón», [que] aprenda a amar en vez de odiar, [que] cambie la desconfianza por la confianza, [que reemplace] el temor por el acercamiento al otro para conocerlo mejor”. ¿Es mucho pedir?

¡Qué vaina con la paz! Juan Manuel Santos podrá ser un neoliberal, un bellaco con intereses capitalistas, un funesto exministro, un nefario mandatario, un pésimo gobernante, pero se le abona, lo digo como izquierdista, el querer lograr la paz para el país y la dejación de las armas por parte de las guerrillas colombianas.

La paz exige, entre muchas otras más, el aceptar la participación política y democrática de los grupos subversivos. Para esto hay que tener claro que el perdón consiste en aceptar (olvidando el mal causado y renaciendo a otra vida) que los demás tengan los mismos derechos que nosotros, así nos hayan perjudicado seriamente y violentado con agravios y delitos. No soy perito en leyes, pero: sí o sí, debe haber amnistía para las Farc y el Eln, siempre y cuando haya una reivindicación y una desmovilización profunda de las mismas. A las colombianas y colombianos (como creyentes en el Dios de la paz, más de cuarenta millones, o sea: la mayoría de habitantes de este país) nos compete, más que nunca, la gran virtud del perdón que enseñó Jesús de Nazaret, la paciencia de Job para soportar los infortunios que dejan las negociaciones (pues no hay acuerdo pactado) y la misericordia de Dios, que consiste en reconciliarnos con los demás, así no estemos de acuerdo con lo que hayan hecho.

En conclusión: si no hay una profunda introspección moral como ciudadanos (y como cristianos), jamás lograremos la paz que tanto anhelamos. (Hablo de creyentes, porque he visto que los 'críticos' sin argumentos son quienes se oponen a los diálogos de paz. No sé en cuál Dios creen ni a qué iglesia asisten. Ni mucho menos cuál Biblia es que leen).

17 mar 2015

Los mejores colegios del Caquetá

Uno cree, como evidentemente ocurre, que la educación en Colombia está supremamente mal, preguntas muchas hay por hacer, principalmente: ¿la falla es del sistema? ¿Son infructuosos los profesores? ¿Son pésimos los estudiantes? ¿O un error garrafal de fondo: sistema, educadores y educandos? Lo cierto es que en nuestro departamento no nos escapamos, sin embargo, para no ser pesimista, como sí es la realidad, voy a referirme a los –aparentemente- buenos resultados en nivel educativo.

Las pruebas que realizó el Ministerio de Educación que esta vez evaluó, en los grados 3, 5, 9 y 11, Progreso, Eficiencia, Desempeño y Ambiente Escolar, a parte del común conocimiento académico, base y pilar de cualquier sistema educativo. Ahora bien, algo que debemos resaltar en Caquetá es que: en el listado de los 500 mejores colegios públicos (de 12.845) el primer puesto en Caquetá, para el nivel de primaria lo ostenta la Normal Superior (a nivel nacional se posesionó de 104, con 7 puntos de 10 posibles). Asimismo se encuentra la IE Rural Puerto Arango (de 225, con 6,7 puntos). Luego aparece su similar IE Rural Sabio Caldas (de 283, con 6,6 puntos); y termina en el cuarto puesto los Sagrados Corazones (de 388, con 6,3 puntos). Lo paradójico del caso es que dos de las cuatro instituciones públicas del Caquetá y que aparecen en el ‘ranking’ de las 500 mejores, hay dos de carácter rural, es decir, donde por razones obvias la población es vulnerable y de escasos recursos. Algo notorio y que debe ser de reconocimiento público.

Respecto a las mejores secundarias (solo este nivel, es decir: en el ponderado total de grados noveno y undécimo) aparecen en los tres primeros puestos en la región: Sagrados Corazones (de 327, con 7,2 puntos de 10 posibles); el Instituto Técnico Industrial (de 384, con 7,1 puntos) y la IE Promoción Social (de 485, con 6,4 puntos).

En la parte privada, en este mismo nivel, solo la Institución educativa Domingo Savio aparece en el puesto 285 de las primeras 500 (en un total de 9.530). No aparecen más en este ‘ranking’ hecho por el Ministerio.

Y, aunque ninguna institución educativa del sector público y privado aparece entre las mejores del país (evaluados sus grados tercero, quinto, noveno y undécimo), hay que exaltar la gran gestión de la Normal Superior por su formación activa, lúdica y pedagógica. Pero de más honra me parece la Institución educativa Rural Puerto Arango que, pese a las dificultades por las que tienen que pasar sus educandos, con sacrificios, esfuerzos, soleadas, con caminatas largas, a veces sin tener nada que comer en la mañana. Para mí es la gran ganadora, porque la lucha trazada por estos estudiantes vale todo lo que se proponen. 

¡Felicitaciones a los grandes ganadores! Que este triunfo (aunque parezca utópico en una región golpeada por la violencia y con poca inversión en educación) sea una oportunidad para reevaluar el sistema educativo y las innovaciones que los maestros tienen en su forma de enseñar y compartir conocimientos.

8 mar 2015

La monstruosa pederastia en la Iglesia

Antes de todo, debo aclarar algo: los sacerdotes son, en el mundo, cerca de cuatrocientos mil, o sea: son una minoría en la Iglesia católica, de manera tal que juzgar a la Institución, es algo ilógico. Por ejemplo: al referirnos a estos temas espinosos debemos decir: el clero, la curia o la jerarquía, no la Iglesia en general, porque la mayoría, cerca de mil millones en el mundo, aunque pecadores, no cometemos delitos atroces ni mucho menos execrables y totalmente punibles como violar a un niño o una niña.

Gran parte de creyentes que vieron el documental: Secretos bajo la sotana, se fueron lanza en ristre contra Manuel Teodoro diciéndole: “Que se va a ir para el infierno, paraco, comunista, que su mamá es una burra, que es un gay en el clóset, que le gustan los niños negros, travesti”. Yo me pregunto: ¿qué clase de cristianos son esos?

Al respecto, a mí no me pareció nada amarillista ni mucho menos un ataque a la Iglesia. Se dijo la verdad, con expertos vaticanistas y sacerdotes, sobre una llaga que tiene la jerarquía y que duele y sangra al catolicismo en general, pero debe reconocerse la verdad por más que esta duela.

Ahora bien, la pederastia es más común de lo que creemos, sin embargo, es necesario saber que curas abusadores sexuales aunque son muchos, no son todos. Algo paradójico es que: muchos laicos se exacerban y defienden a capa y espada a estos delincuentes cuando han cometido tal agravio. En este caso demuestran que siguen es a un pastor y no al mismo Dios. Por demás es algo ya lamentable, pues aunque los guías son necesarios no son los más importantes.

Por eso, si la jerarquía eclesial sigue escondiendo y defendiendo a pederastas, como mal lo ha hecho, la credibilidad de la Iglesia caerá como coco. Aquí es menester que se sepa: los grandes encubridores de estos pecaminosos y delictivos hombres que se esconden bajo sotanas, túnicas y albas, fueron nadie menos que Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En definitiva, como católico manifiesto que: hay que reconocer errores, pedir perdón y justiciar a delincuentes. La Iglesia toda necesita una purificación, solo dando este paso podremos dar los otros. También se deben reparar los centenares de víctimas y a sus familias. No podemos seguir diciendo Padrenuestro que estás en el cielo y violentando y abusando del hermano que está en la tierra.

Y si creyentes se escandalizaron por el excelente reportaje de Séptimo Día, deberían leer y buscar un poco más. Acá dejo algunos enlaces que pueden revisar:
  1. http://www.elmundo.es/internacional/2014/02/05/52f21596268e3eeb738b4570.html
  2. http://cadenaser.com/programa/2014/11/21/hora_14_fin_de_semana/1416565106_172084.html
  3. http://www.pretresmaries.eu/pdf/es/339-Pedofilia.2.es.pdf?PHPSESSID=dc30fdf07909a0bb182823b0830bac23
  4. http://www.opinamexico.org/opinion/La_crisis_de_la_Iglesia.pdf

22 feb 2015

Bueno, ¿y qué debe hacer un profesor?

La criticidad, sabiduría, propuestas y aportes a la educación que Paulo Freire usufructuó en la mundialmente conocida Pedagogía de la esperanza/de la liberación, han inspirado a maestras y maestros para no quedarse en el simple ‘dictar clases’, sino a lo que él bien postuló con una frase épica y motivadora: “La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.  Y que esta, a su vez, debe reflejarse en la praxis, la reflexión y la acción del hombre mismo.

Sin embargo, aquí viene el meollo de la situación, pues, en palabras de Frei Betto (pedagogo y teólogo brasilero), nos dice: “La educación crítica es nuestro gran desafío en este mundo hegemonizado por el capitalismo neoliberal. Su principio es no formar meros profesionales calificados, sino ciudadanos y ciudadanas que sean protagonistas de transformaciones sociales”.

Por eso trato de resolver mis inquietudes: ¿y qué debe hacer un profesor? ¿Cuál es, en realidad, su misión? Pues, estoy seguro que: La misión de un profesor, más que educar, enseñar, orientar, guiar, compartir conocimientos o dirigir actividades lúdicas, académicas o pedagógicas, es lograr que los estudiantes transformen su mentalidad y las conviertan en ideologías que en el trasfondo aporten a vivir de una manera digna, justa e igualitaria. Incluyendo los factores sociales y económicos que dominan y sublevan a la sociedad en general. Además, ha de respetar la libertad y decisión de las y los educandos, no podemos creernos –todavía- los dueños del conocimiento.

De igual manera, es fundamental avanzar en una dualidad (maestros-estudiantes) que nos comprometa como equipo íntegro y diverso, aunque también se abonan las madres y padres de familia y las instituciones o administraciones que participen directa o indirectamente en la educación escolar.  O sea: sin sesgar la realidad cercana, sino que mirando y yendo más allá, lograremos alcanzar la verdadera innovación que tanto hemos buscado, para obtener la anhelada metamorfosis que por fin dé un giro rotundo a nuestras vidas. Porque, este cambio nunca lo harán ni los políticos, ni los religiosos, ni los militares, ellos, cada uno, ya sabemos, solo les interesa lucrarse y continuar su dominación y subyugación hacia las y los demás.

Así que, el profesor o la profesora que espera solo preparar clases y llevarlas a sus estudiantes para luego dar una nota, es mejor, sin el ánimo de juzgar, que busque otra profesión. Entonces, como bien lo enseñó Mahatma Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Me queda más latente que nunca una consigna del ‘Che’ Guevara: “Un pueblo sin educación es fácil de engañar”. Si no somos las y los profesores, empezando desde la escuela, nadie en este mundo preparará las mentes para cambiar esta insólita realidad.

8 feb 2015

Si queremos paz, preparémonos para perdonar

En estos tiempos en que se habla de paz en Colombia donde por primera vez la esperanza está más latente que nunca de la entrega de armas por parte de las Farc, hay algo que me preocupa mucho, y ese algo es muy conocido: el sabotaje por parte de la ultraderecha (liderada por Álvaro Uribe Vélez y su séquito de ególatras e insolidarios ‘pacifistas’ que no aceptan –todavía- que el susodicho ya no es presidente y que no fue el ‘mesías’ que trajo la salvación al país. Parece que sufrieran de esquizofrenia) y el resentimiento por parte de millones de compatriotas que se niegan a dar una oportunidad a los subversivos que llevan medio siglo alzados en armas queriendo dar un giro a la nación, pero que en su caminar perdieron el rumbo, mezclando la violencia con el narcotráfico y las mafias más peligrosas del mundo. 

En lo del perjuicio que se hace al proceso de paz no me voy a detener, porque siempre habrá personas que no acepten la reivindicación del otro, porque, entre otras, la guerra es uno de los negocios más lucrativos y esto, evidentemente, es lo que le gusta a ciertos líderes de la derecha radical de cualquier país del mundo.

Ahora, algo que en realidad me preocupa mucho, es el resentimiento, la desazón, la antipatía, el rencor, el odio y la animadversión exacerbada y profunda de algunos colombianos y colombianas. Todos estos, obviamente, ligados y/o seguidores del señor intocable e innombrable, paisano de Pablo Escobar y al parecer: más peligroso que el mismísimo Patrón.

Yo sé que el tema del perdón es muy complejo y que se debe tener ayuda espiritual y psicológica para sanar nuestro corazón de cualquier aborrecimiento hacia las personas que nos han causado (mucho) daño. De lo contrario, perdonar de palabra es meramente ‘cortesía’ y propaganda para quedar bien ante las y los demás. O sea: pa’ que nos digan que sí somos capaces de aceptar a la otra y el  otro a pesar de lo que nos hayan hecho.

Alguien me decía que es muy fácil para mí hablar de perdón pues no he sido víctima directa de las Farc. Lo acepto, pero entonces, creámosle a Constanza Turbay (única sobreviviente del atroz asesinato a la familia política caqueteña Turbay Cote) a quien Iván Márquez ofreció perdón: “Lo de las Farc con tu familia fue un error muy grande, yo te pido perdón (...) Tu hermano Rodrigo era un gran hombre”, afirmó el miembro del secretariado. A lo que Constanza asegura sentir que: “Ese pedido de perdón salió desde el corazón” (Lea la nota en este enlace: http://goo.gl/Y9naDK). Aquí, la sinceridad y el compromiso del hombre que empuñó las armas se unen con la transparencia, el brío y la buena energía de una colombiana que sueña, como millones de nosotros, el esquivo valor de la paz que nos destruye cada día al fin de parecer que todas y todos somos enemigos, porque, en resumidas cuentas: no sabemos perdonar.

El pasado 07 de febrero, Revista Semana titula: “Farc ratifican decisión de crear un movimiento político” (Ver noticia: http://goo.gl/xWYPaG) y, a la vez, publicaron una imagen en Facebook (Mírela aquí: http://goo.gl/xJdP4E) donde yo, con un tono satírico, justificaba la participación de grupo insurgente en política afirmando que: Si Uribe creó dos, ¿por qué ellos no pueden? Este comentario me costó el repudio y la maledicencia que ya caracteriza a cierta parte de compatriotas llamándome: ‘guerrillero’ en repetidas ocasiones; un personaje dice que me ‘deberían quitar los dedos para que deje de escribir pendejadas’; y otro dice: “usted los invita a su casa para que le den por el culo desde el más pequeño hasta la más vieja”. Menos mal hago caso omiso a todos estos impropios y aberraciones que denigran de mí y mi familia. ¡Qué oscuro tenemos el corazón!

Las y los colombianos queremos la paz, es indudable, y para esto, un paso inevitable es el perdón. Otra característica fundamental es aceptar que los combatientes de las Farc participen en política. No se perdona a medias. Debemos acoger ciertas condiciones por el bienestar de todas y todos. Así como el pueblo mexicano, cada una y uno debemos gritar: ¡Ya me cansé!

Tengo fe y esperanza de que esto puede cambiar. Yo no creía en este proceso, ahora he reflexionado y sé que las negociaciones van por buen camino. Soy totalmente antisantista. No creo en la política del presidente, pero creo en la paz y a pesar de todo, creo que los que me insultan e injurian también son mis hermanas y hermanos y que la paz la necesitamos ya. Cambiando nuestra forma de pensar, olvidando las discrepancias. Aquí es menester recordar algo muy valioso que Camilo Torres Restrepo manifestó: “Debemos insistir en todo lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa”.

Francisco de Asís enseñó algo que deberíamos poner en práctica: ‘Allí (en el lugar) donde haya odio, ponga amor; donde haya ofensa, perdón; donde haya desesperanza, esperanza… perdonando se es perdonado’ (Extracto de la hermosa Oración de paz. Aquí el poema franciscano: http://goo.gl/rGctTS).

Algo que me llama la atención es que quienes se oponen a que tengamos por fin paz, son, en su mayoría cristianos, creyentes en Dios. No sé en cuál dios creen. Porque el del Nuevo Testamento no es.

En fin, me ha dejado anonadado la clase de seres humanos que somos, sin embargo: al igual que Jaime Garzón digo: “Yo creo en la vida, creo en los demás, creo que este cuento hay que lucharlo por la gente, creo en un país en paz”. Un adagio bélico de Vegecio, reza: Si vis pacem, para bellum (Si quieres paz, prepárate para la guerra). ¡No! Yo afirmo que si queremos paz, preparémonos para perdonar.



9 ene 2015

¡Qué apátridas somos!

En este país somos muy apátridas, nos duele más la muerte de unos franceses (sin demeritar la tristeza de los parisinos) que la de nuestros compatriotas que mueren a diario —injustamente— a manos de terroristas, la delincuencia común, las bacrim y el mismo Gobierno. Claro, es que todavía somos del 'tercer mundo'. Como diría Jaime Garzón: “Nosotros mismos no creemos en nosotros”. Si no creemos, menos vamos a llorar las pérdidas humanas. Permítanme hago una metáfora: acá no peleamos con orangutanes, ni con micos, pero sí por la banana. O sea: las grandes decisiones importan un pito y las nimiedades valen mucho. ¿Acaso le dimos importancia a las decenas de coterráneos que fueron descuartizados en las casas de pique en Buenaventura?

No es que sea un indolente, ni mucho menos, pero eso de sentir remordimiento por extranjeros más que por nuestros mismos conciudadanos, por quienes, se supone, son nuestros hermanos, nos acondiciona a un status de subvalorarnos. Debo dejar explícito que, no justifico ningún tipo de violencia, asesinato o terrorismo en cualquier parte del mundo, pero qué dolor y qué caos se generó en Colombia por el vil abatimiento de estos sarcásticos caricaturistas y la de sus colegas del ahora mundialmente conocido semanario francés Charlie Hebdo. Por supuesto, repudio este ataque fundamentalista, no así soy capaz de usar un hashtag y decir #JeSuisCharlie (Yo soy Charlie), porque no lo siento, no por ser insolidario, solo que, usando el fanatismo religioso islamita y sus repercusiones, creo que se les da más importancia a los caídos por ser originarios de Francia. ¿Hubiera pasado lo mismo si fanáticos extremistas asesinan a periodistas en Haití? ¿O a nacidos en Costa de Marfil, Mozambique o Irán?

No más para que nos fijemos: la invasión de Israel a Palestina ha dejado (y sigue causando) más de 1.500 niños asesinados, quizás son muchísimos más, pero ellos no salieron en periódicos ni en medios internacionales, ni en Facebook, ni en Twitter, seguramente porque no eran del ‘primer mundo’. (Aquí el informe completo: http://www.rebelion.org/docs/124683.pdf).

Ahora, recordemos que antes, en México —el Gobierno— masacra a 43 estudiantes normalistas y poco o escasamente la población mundial se menciona al respecto. Es que por los manitos ni América Latina entera lloró, solo una parte se ha manifestado, los otros, vaya uno a saber por qué les importó nada. ¿No es una gran diferencia de clases?

El día anterior mientras escribía esta columna (09-01-2015) “Cinco fosas comunes con los restos de 320 personas supuestamente asesinadas por el Estado Islámico han sido encontradas en las afueras de la ciudad de Mosul, en el norte de Irak”. (Vea la noticia aquí: http://actualidad.rt.com/actualidad/162696-hallan-norte-irak-fosas-comunes).
¿Dónde están los apoyos mundiales, las pancartas, las vallas, las vigilias, las velas encendidas por estos seres humanos? Aquí había niños y mujeres, muchos de ellos decapitados. Pero qué importa, no eran europeos.

Así pues, tenemos que admitirlo: estamos en vía de desarrollo o de involución, mejor. La mayoría de colombianos somos unos incivilizados. ¿En qué momento de la humanidad volvimos clasista hasta a la misma muerte?

Bertrand Russell decía algo muy valioso y lo traigo a colación: «Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar». A nosotros los cafeteros nos resulta fácil, porque siempre queremos cruzar puentes extranjeros y quemar los propios.