Para nadie es un
secreto que las personas gays y/o homosexuales son, en su mayoría, diría un
99%, vituperadas, vulneradas, rechazadas y abandonadas por las iglesias, las
mismas que pregonan el amor al prójimo. Esa gran enseñanza que dejó Jesús de
Nazaret (Cf. Lc. 10, 27). Aun cuando
en algunas (poquísimas iglesias), son acogidas, estas lo hacen con gran recelo,
desprecio y arrogancia.
El Señor mismo, en su
tiempo, liberó de una enfermedad (quizás venérea) a un amante de un centurión
romano (Mt 8, 5-12). El capitán se sentía tan deshonrado que le dijo al
Maestro: «No soy digno de que entres en mi casa» (Cf. Lc. 7, 6). Pero era verdadera su fe, pues replicó: «Señor, da
la orden y mi criado quedará sano» (Lc. 7, 7). Y, efectivamente, el hombre
(amante: homosexual) quedó sano.
Tal vez a los fanáticos
religiosos no les guste esto, pero es la realidad. ¿Acaso un militar de alto
rango va a querer (amar) tanto a un simple soldado como para mandar sanarlo? Es
preciso aclarar que: «los soldados no solían vivir con la familia ni cuidar sus
hijos hasta después de licenciarse» (Xabier Pikaza, Ph. D. en teología).
Si buscamos en la
Biblia, que es la principal fuente que utilizamos los cristianos y las iglesias
para hablar de cualquier tema en la sociedad, nos sorprenderemos (como en el
caso anterior), pues los pastores (de cualquier denominación), están llevando
el mensaje antievangélico de condenación y no de liberación; de esperanza. Los
están condenando (con citas como: Rm. 1, 27; 1 Cor. 6, 9). Lo dice la Sagrada
Escritura, pero: ¿acaso Jesús no vino a traer la Buena Nueva a todas las
gentes?
Ahora bien, el jesuita
John McNeill (teólogo y psicoterapeuta, retirado de la Compañía por ser
homosexual), ha expresado hace poco: «Lo que deberían hacer
(los gays) es presionar a la Iglesia (yo agrego: las iglesias) para que
renuncie a su homofobia, no renunciar ellos a su iglesia. ¿Por qué dejarle la
Iglesia a tus enemigos homofóbicos?» Y agrega que: «Con su discurso antigay tan
fuerte, muchos que eran gays, perdieron la esperanza de encontrar amor y
compañía, y se sintieron tan avergonzados y culpables que terminaron
suicidándose. La Iglesia (católica, principalmente) debe asumir responsabilidad
por toda la destrucción que ha provocado y pedir disculpas». (Aquí la entrevista completa: http://goo.gl/B5Semf).
Benedicto XVI durante
su pontificado había expresado: «Salvar a la humanidad
de las conductas homosexuales o transexuales es igual de importante que evitar
la destrucción de las selvas» (Vea las declaraciones del dimitente Papa: http://goo.gl/0laOMz)
Recordemos que el Papa
Francisco ha dicho, en su viaje de regreso de Río de Janeiro al Vaticano (Julio
de 2013): «¿Quién soy yo para juzgarlos (a los homosexuales)?». También, uno de
los grandes cardenales, Carlo Maria Martini, S.J., manifestó en su testamento
espiritual: «Si dos gays desean firmar un pacto (matrimonio) para dar una
estabilidad a su pareja, ¿por qué queremos que no sea así?» (El País
7-sep-2012).
Asimismo, el también
jesuita, Felipe Berríos (fundador de la organización Un techo para mi país), ha
dicho recientemente: «¿Cuál es el problema del matrimonio homosexual? Los
homosexuales son hijos de Dios. Él los creó homosexuales y lesbianas, y Dios
está orgulloso de que lo sean. ¿Cuál es el problema de que se casen? ¡Basta
ya!» (Pueden ver acá la entrevista del programa El informante: http://goo.gl/ROcLeS).
Ya, como era de esperarse, el cura Berríos está siendo vilipendiado (Puede
interesarle estas declaraciones malsanas de un obispo hacia él: http://goo.gl/CeRKvK).
Debo aclarar que no
escribo catilinarias contra las iglesias, sino que quiero, a través de estas
líneas, salir en ‘defensa’ de los homosexuales y demás comunidad LGBTI que
merecen ser feliz y vivir normalmente, como seres humanos que son, sin reproche
alguno por su condición sexual.
Por eso, esas iglesias
que rechazan a los gays y/o homosexuales (sea cual fuere), no debe considerarse
«Asamblea de los que creen en Dios»; pues ni Jesús de Nazaret, máxima
representación humana y divina, los despreció. ¿Por qué, entonces, nosotros
(creyentes) los tenemos que despreciar?