«Pues él salvará al
pobre que suplica y al necesitado que no tiene quien lo ayude» (Ps. 72, 12) La
Biblia es Palabra de Dios, profética, pues bien, este trozo de salmo hace
referencia —proféticamente hablando— a Jesús, sin embargo, podemos adjudicarlo
al hoy Papa, a Francisco. Ya han sido muchos los papas que han hecho lo que dice Fernando
Cardenal, jesuita y exministro nicaragüense: “Es posible que esté equivocado,
pero déjenme equivocarme en favor de los pobres, ya que la Iglesia se ha
equivocado durante muchos siglos en favor de los ricos”. Ven, el Papa se
equivoca, pero en favor de los pobres, cual Jesús de Nazaret.
Muchos sectores de la
Iglesia —principalmente jerárquicos— no quieren al Papa, ¿por qué? Porque
sencillamente está viviendo humanamente el mensaje evangélico: vivir como el
Maestro, desapegado de las cosas materiales, teniendo como principales a los
marginados, pobres, rechazados, a los niños y a los abuelos. A ellos dirige
—principalmente— sus homilías (reflexiones) Francisco. Y esto es incómodo para
un mundo capitalista y más para millones de católicos que, infortunadamente se
creen más que los demás. Pasó con unos filántropos neoyorquinos que, no iban a
donar un peso de los US $ 180 millones que se necesitan para restaurar la
basílica de San Patricio en New York (el cardenal Timothy Dolan tuvo que
explicarles que habían entendido mal al Papa. Mentira, ellos entendieron, sino
que el muy astuto, carismático y mediático Dolan, supo enredarlos). “El
Espíritu Santo me ha consagrado para llevar la Buena noticia a los pobres” (Cf. Lc. 4, 18).
Entonces, Jesús y el
Papa Francisco viven bien el pasaje bíblico: “Siendo rico (el Vaticano es la
nación —pequeña— más rica del mundo) se hizo pobre por causa de ustedes, para
que por su pobreza ustedes se hicieran ricos (“Bienaventurados los pobres
porque de ellos es el Reino de los cielos”. Mt. 5, 3)” (2 Co. 8, 9). (También
se debe leer: Stg. 2, 1-4, contra la discriminación).
Por eso, lectores, el
Papa se equivoca, porque al parecer, estar a favor de los pobres es
equivocarse, es batallar contra la jerarquía untada de pompa y mansiones principescas.
Son los que están en contra del Nazareno, él, de seguro, también se equivocó.
Porque, como dicen por ahí: —el Papa— se les tiró el negocio a unos cuantos
purpurados.
Bien lo dice José María
Díez Alegría, el famoso jesuita sin papeles: “Dios no cree en el Vaticano”. Yo,
lo reafirmo nuevamente, no ataco a la Iglesia, pues soy parte de ella, pero sí
a aquellos jerarcas que solo están interesados en el dinero. Esos que
desprecian a los ‘favoritos’ de Jesús. Los mismos que ven a Bergoglio como un
estorbo.