La
simonía es, textualmente, la compra y venta de las cosas sagradas (Cf. Hch. 8, 18-19), y en el campo
político, asimismo, equivale al sentido propio de nuestros elegidos de vender
su apoyo a las minorías (a la oligarquía, principalmente, es decir: al gobierno
donde se han mantenido pocos) las cuales tienen al país y, por ende a nuestras
ciudades, en un debacle económico y social.
Por
lo anterior, es claro que el desarrollo en nuestras regiones es pasivo y
paupérrimo. En ese sentido, debemos ahondar en nuestra capacidad crítica y
reflexiva que tenemos para que, desde nuestro voto a conciencia, podamos
cambiar la irrealidad injusta en la que nos encontramos. Es necesario que
dejemos de elegir a personas porque nos regalan una teja de zinc, un bulto de
cemento o porque nos ofrecen plata a favor de nuestro voto. Que la pobreza
existe, es muy notable, pero esta se combate sí y solo sí cuando dejemos de
ofrecer nuestro relevante sufragio a cambio del “¿y a mí qué me dan?, ¿cómo vamos
ahí?, yo le voto si me ayuda con un puesto para mi familiar”. Tenemos que dejar
esas costumbres tradicionales que nada aportan al cambio verdadero que debemos
ayudar a generar, por supuesto, el día en que en las urnas elegimos a quienes
hablan por nosotros en cualquier rama del poder político en Colombia.
En
ese contexto, es cierto que los pobres
están cansados de ser pobres, pero ojo: los ricos jamás se cansarán de ser
ricos. Y, en consecuencia: de explotar a los pobres. Está en manos de
nosotros, los pobres, el transformar la política, el dejar unos gobernantes y
políticos que se preocupen, en verdad, por quienes más los necesitan. Estamos
contribuyendo a que los ‘Simones’ (políticos) sigan robándose el dinero de
inversión social, el rédito que todos tenemos por ser ciudadanos y
democráticos. ¡Ya no más!
Jon
Sobrino, un sacerdote español afirma que: “Los pobres que tienen esperanzas
inquietan a los poderosos”, así que, nuestra esperanza debe revivir, pues:
“ella nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos
reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los
problemas” dice el Papa Francisco (Laudato
Sí, 61).
Así
que, para eliminar el hambre y la injusticia, que son los grandes males de
nuestra sociedad actual, que, por lo visto, tienen flagelado a Florencia y el
Caquetá, ya que estos, en palabras de Ghandi, «Son un insulto; envilecen,
deshumanizan y destruyen el cuerpo y el espíritu… son la forma de violencia más
asesina que existe», para que esto ocurra debemos cambiar, de raíz, nuestra
política tradicional.
Termino,
pues, parafraseando al gran Jaime Garzón: “Los políticos tradicionales no se
dirigen al país, se digieren al país”. ¡Ya nos cansamos de lo mismo! Por eso,
estoy seguro que: ¡#FlorenciaSíTeneArreglo! ¡#CaquetáSíTieneArreglo!
Concejo
de Florencia Polo y 14 (Camilo Muñoz)
Asamblea
de Caquetá Polo y 60 (Arturo Mayorga)
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