21 may 2015

¡San Romero de América, ruega por nosotros!

Óscar Arnulfo Romero pasó a la historia, no solo de la cristiandad, sino de la humanidad, el 24 de marzo de 1980, día en que un francotirador lo asesinó con un disparo al corazón mientras presidía una eucaristía. Se me viene a la cabeza un eufemismo ‘Romero-jesuítico’: mientras elevaba en el altar al sacrificio de los sacrificios: Jesús, él era inmolado, un mártir de nuestros tiempos.

Monseñor Romero o San Romero de América (como lo bautizó fraternalmente Pedro Casaldáliga) ha sido para los católicos que pensamos diferente e incluso para aquellos que no creen en religiones, un verdadero pastor, un hombre dedicado a quienes en realidad lo necesitaban. Un líder que ante su condición social de obispo, antepuso las necesidades suyas a las de sus hermanos y hermanas. Él sabía muy bien que sus andanzas populares le podían causar la muerte, como infortunadamente ocurrió. Con espíritu de pastor y con el miedo que le abarcada ser un chivo expiatorio moderno, dijo en una entrevista: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. ¡Y vaya fervor que ha generado este admirable obispo!

En realidad monseñor Romero es un santo, pero no de esos que mantiene canonizando el Vaticano, no; es un santo varón que merece parte en el Reino de los Cielos. En sus días, monseñor Romero con voz de profeta reiteraba: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres... así la Iglesia encuentra su salvación” (11 noviembre de 1977), algo que fue un malestar para la jerarquía suntuosa y cómplice de los dictadores que casi siempre están en el Gobierno. La misma que pone sus ojos en el poder y en el dinero.

Una de las enseñanzas bonitas de monseñor Romero es la que predicó el 10 de septiembre de 1978, donde exclamó con vehemencia: «Muchos quisieran que el pobre siempre dijera, es “voluntad de Dios” que así viva. No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices».

Por defender a los pobres y por exigir que no se vulneraran los derechos de los menos favorecidos, el capitalismo de El Salvador, en complicidad con el Gobierno gringo, asesinaron a monseñor Romero.

Muchas cosas hay para enseñar de monseñor Romero, pero sería incoherente, como él decía, hablar y predicar y no practicar y testimoniar, así que, les comparto las palabras que más me gustan de monseñor Romero: «Una religión de misa dominical pero de semanas injustas no gusta al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresías en el corazón no es cristiana. Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor». (04 diciembre de 1977).

Y recuerden: «No hay pecado más diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre». (24 febrero de 1980). Pues: «Solo los pobres, los hambrientos, los que tienen necesidad de que alguien venga por ellos, tendrán a ese alguien. Ese alguien es Dios (24 diciembre de 1978)».

Monseñor Romero, bienvenido al santoral litúrgico, porque en la santidad estás desde 1980, cuando te elevaron al Cielo.

Aclaro que, aunque monseñor Romero va a ser beatificado, para muchos él ya es santo sin necesidad de canonización.

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