No sé ustedes, pero yo
—literalmente— me mamé de la apología que se le hace al delito en Colombia. Tal
parece que lo único que saben escribir los libretistas macondianos es lo mismo
de siempre, y claro; como el morbo (interés malsano) es lo que se vende y compra,
es lo único que se produce, por eso, los temas abrumadores en las pantallas
chicas del país son: el narcotráfico, la corrupción y ahora, para rebosar la
olla: las prepagos. ¡Nos jodimos!
Todo comenzó con
Pandillas, guerra y paz, la famosa serie de los preadolescentes de barrio que
empiezan consumiendo drogas, pasan a jíbaros, prueban “finura” y luego se
vuelven socios de los narcos, hasta que llegan a la cima y son los jefes. ¡Qué
clímax peyorativo! Recuerdo que, en el colegio los muchachos querían ser como
el viejo Richard e imitaban el parlache de Mateito. Bueno, eso no fue tan malo,
pues nunca habíamos visto algo similar, lo mirábamos con buenos ojos, al fin de
cuentas; los del ‘combo’ se rehabilitaron y hacían el bien.
Luego llegaron series
de peso pesado: Sin tetas no hay paraíso, o sea; si la niña sacó los pechos del
papá peligra en ganarse el título de: la más fea del barrio. Cómo le vamos a
enseñar a una niña que si no tiene senos grandes o notables no podrá triunfar,
ni ser exitosa, ni mucho menos atractiva. Que para salir y triunfar en Colombia
hay que trabajar con la mata que mata, jugársela cruzando la frontera de ilegal,
volverse mula y ‘encanarse’ por unos millones de pesos que, siendo sinceros
nunca se gozarán.
Nos venden El cartel de
los sapos, representando a los narcos del Norte del Valle y sus secuaces,
mostrando que manda el que más daño hace o sea más ‘pichurria’. Por supuesto el
elenco actoral es de los mejores del país, no lo dudo, el rating lo punteaban
Manolo Cardona y el fantástico Robinson Díaz, no los culpo a ellos por sus
facetas actorales, no. Es su trabajo.
Es que, un país como
Colombia, acechado por la violencia, el terrorismo y la pobreza y que, en los
dos únicos canales nacionales se muestren y presenten series relacionados en “combatir”
estos temas, es triste, vergonzoso, bochornoso. Los escritores y libretistas
dicen: “no hacemos apología al delito, queremos que nuestros niños no caigan en
lo mismo, por eso lo mostramos”. Que todo es enseñanza para que los jóvenes y
adolescentes no sean víctimas de lo mismo y acaben con sus vidas tomando una
mala decisión. En fin, el viene y va de la excusa para seguir con más de lo
mismo.
Es como el papá que
llega borracho a casa y le pega a su mujer y al otro día le dice a su pequeño
que no vaya a ser como él. ¡Qué insólito! ¡Qué ilógico! No existe moral alguna
para pedir algo del cual no se tiene el mínimo ejemplo. ¿Qué sigue? ¿Una serie
donde se represente a Garavito para que los niños se puedan cuidar o estar
prevenidos ante un desquiciado abusador? Porque, aunque el tema es diferente,
su conclusión es la misma; personas viles que hacen muchísimo daño y reciben
recompensa televisiva. ¡No me crean tan pendejo!
La serie de Escobar, el
patrón del mal, con una gran producción (pues la vi), supuse que los más
perjudicados con esto serían los hijos y familiares de las víctimas, ellos
(como el caso de Juan Manuel Galán y sus hermanos, o los herederos de El
Espectador) estaban de acuerdo con la serie, por eso no rehusé vérmela, no
obstante, hubo personas inconformes que rechazaron la presentación del ángel-demoniaco
de Pablo Emilio Escobar Gaviria. Y claro, tienen toda la razón. Debemos
ponernos en los zapatos de los perjudicados.
Ahora, con Los 3 Caínes,
serie que no vi ni un solo minuto, pude leer en la prensa el inconformismo de
las víctimas de los recalcitrantes paramilitares, por eso en Facebook publiqué:
Con la
serie (paraconovela) de Rcn, Los 3 Caínes, solo demuestra que ese canal solo
compra apología al delito. Imposible que un colombiano no sepa quiénes eran los
temibles hermanos Castaño, narcoparamilitares que hicieron muchísimo daño al
país, aliados de Álvaro Uribe Vélez. Por qué no hacen una novela a Camilo
Torres Restrepo, Jaime Garzón, Gabriel García Márquez, Rodolfo Llinás, Manuel
Elkin Patarroyo. Mentes brillantes que sí tenemos y muestran solo vándalos. Por
favor no deje que su hijo o familiar vea la serie, edúquelo mejor en la lectura
o a ver canales que sí enseñan cosas valiosas.
Y,
para el colmo de males, de nosotros los indignados nos traen a La prepago.
Definitivamente al que no le gusta el caldo se le dan dos tazas. Pero, como la
gente del común es feliz viendo esto, pienso que, es proporcionalmente culpable
tanto el escritor, productor y ente (canal) transmisor como el colombiano que lo
ve, porque, eso sí; llega a todos los estratos sociales, no es clasista la
serie, al contrario; debería serlo el televidente con lo que decide ver y
aprender.
Usted
va a un colegio o un barrio periférico y los niños en su inocencia proclaman: quiero
ser com Pablo Escobar, ese man era un duro, un teso, por qué lo mataron (y
parafrasean: “le mato al papá, a la mamá… y a la abuelita, y si está muerta la
desentierro…”.) Y las niñas dicen: así quiero un marido, que me dé todo lo que
no tengo y me mantenga como lo que soy: una reina. Infortunadamente esto es lo
que están aprendiendo nuestros infantes.
Todas
las series, reales o ficticias muestran los ‘triunfos’ de los narcotraficantes,
las escalonadas que hacen y donde terminan, pero eso es algo que los niños no
captan, lo único que los marca es el dinero que pueden llegar a poseer, las
enormes casas, los lujosos autos y las mujeres que solo obtienen siguiendo los
pasos de Pedro León Jaramillo, de ‘Fresita’, el ‘Cabo’, el mismísimo ‘Patrón’. Algunas
niñas ‘aman’ a Rosario Tijeras, las 3 Milagros y terminan siendo unas Muñecas
de la mafia. ¡Qué dosis letal le estamos aplicando a nuestro futuro!
El
ejemplo empieza por casa, no dejemos que esto siga ocurriendo y se nos salga de
las manos.
Recomiendo:
si no puede leerse un libro por pereza, vea Nat Geo, Animal Planet, Discovery
Channel, History Channel, y si no tiene televisión por cable, salga a jugar, a
trotar, a ayudar a alguien, pero POR FAVOR no vea más Rcn y Caracol, lo
enceguecen, y adormecen hasta que lo vuelven inútil y si sigue viéndolos,
después no se queje de los hijos que deja a la sociedad.
Una Colombia mejor sí es posible, pero sintonizando estos
canales en horario familiar es empobrecer el intelecto humano.
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