13 abr 2014

Llega Semana Santa y...

En estos días se llenan las parroquias e iglesias del mundo católico, curiosamente, para estas fechas muchos son católicos. Qué bueno, yo también lo soy, pero ¿somos católicos de verdad? ¿O solo de Semana Santa y Navidad? Alimenta el espíritu y enriquece el corazón, buscar a Dios, orar y pensar en el gesto que Jesús hizo por nosotros; inmolarse en una cruz para salvarnos del pecado, del egoísmo y de la envidia que nos destruye como seres humanos. Porque, aunque usted sea una denominación o religión diferente, crea o no en Cristo, él se entregó por la expropiación de nuestros pecados. Los de todos.

Me viene a la mente algo que siempre he preguntado, si en la Semana Santa renacemos y hacemos compromisos en cuaresma, en el Triduo pascual (Jueves, Viernes y Sábado santo) y, supuestamente, vamos a ser hombres y mujeres justos, de acuerdo al Evangelio, ¿por qué seguimos así? La respuesta, para mí, la da José Antonio Pagola (teólogo español): "Admiramos al crucificado, pero ignoramos a los que están crucificados (pobres, desprotegidos, oprimidos, sufrientes, dolientes, marginados)". ¿Acaso no es verdad?

Estos días, que llamamos Semana Santa (que es la Mayor semana de todas) por los acontecimientos tan importantes que conmemoramos nosotros los cristianos, la pasión, muerte y resurrección del Señor. Vale la pena preguntarnos, ¿es nuestra fe testimoniada y vivida de acuerdo al mensaje evangélico del Nazareno? Él, que luchó por los más desprotegidos de su época (pobres, niños y los enfermos) y nos mandó que hiciéramos lo mismo, ¿lo hacemos?

Porque, claro, es bonito ir a una iglesia y tener ese recogimiento que encontramos en Dios, alabarle, cantarle, escuchar y meditar su Palabra; es loable, nos da un gozo que no encontramos en otra acción humana, pero, no basta llenar los templos estos días, pues lo dice claro un mártir de nuestra era: "Una religión de misa dominical, pero de semanas injustas; no agrada al Señor". Mons. Óscar Romero.

Los cestos de las parroquias se llenan, damos ofrendas y limosnas. Muchos dicen hacer “ayuno” dizque porque no comen carne, en cambio se tragan una cachama de una libra, con ensalada, plátano, yuca, arroz y sacian el apetito famélico ¿y los pobres? Asistimos una hora (hasta más) a nuestros oratorios, santuarios y capillas, pedimos por la justicia y la paz del mundo, pero un habitante de calle pasa por nuestra casa, mientras comemos nuestros manjares, pidiendo algo de comer y somos tan descarados que decimos: “no hay nada”. ¡Por favor, qué clase de cristianismo es ese!

Estos días de reflexión espiritual, queremos ver a Dios, y en la mayoría de veces no sabemos dónde encontrarlo (a parte de las iglesias), pues bien; Dios está en ese que mendiga comida, en ese hombre o mujer que pide a gritos ayuda y que muchas veces ignoramos, en los niños, en los enfermos, en los oprimidos, en todo aquel que despreciamos. Ahí está Cristo, ahí está Dios.

Como anhelamos estar con Dios, que sea del todo y auténtico aquello que deseamos manifestar, es claro, lo recalca el obispo salvadoreño: “La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en esa garantía de tener a mi Dios cerca de mí porque le hago el bien a mis hermanos” (Óscar Romero). Esos hermanos que son  el pobre, el oprimido, el rechazado, el abandonado, el marginado, el violentado, el abusado, el habitante de calle, el enfermo, el abuelo, el joven, el niño, el indígena, el campesino, el blanco, el negro, la prostituta, el gay, el estudiante, el profesional. Qué bueno es vivir estos días siguiendo esta tradición católica, no obstante, si nos olvidamos de ellos, será en vano cualquier acto popular de fe que vivamos.  Lo dice la Biblia: “Una fe sin obras, es una fe muerta” (Stg. 2, 26).

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